02 marzo, 2011

Cáncer de tiempo

Me siento a comerme mi tazón de aderezo, sin nada más, en esta tarde calurosa. Ya sé que parece raro pero sólo cuando alguien me ve. Para mí no lo es porque yo me entiendo. Oigo una mosca zumbando. Eso viene darle un sonido a muerte a la tarde. No sólo a muerte física, sino a muerte de actividad de lo que me rodea. O sea que puedo escuchar a la mosca porque no hay más sonidos que interfieran. Este aderezo está realmente muy bueno: agrio, me estremece la lengua; y...sabroso, me alegra la lengua.
-Por Dios, esto ya llegó muy lejos. por favor deja de narrar lo que estás haciendo. Te lo pido como amigos.
-Déjalo se cansará algún día.
Este es el momento perfecto para que escuchar mi canción favorita. La traigo siempre dentro, pero obviamente sólo porque me la estoy imaginando.
-Otra vez no.
-Por lo menos ahora usa audífonos. ¿Que tal cuando la ponía en su carro y en su computadora del jale y en la de aquí.

-Y casi que hasta la mandaba al radio y luego pedía que se la pusieran.
Me pongo los audífonos, con los cables bajo mi playera blanca, y sigo paladeando mi aderezo en tazón con mucho gusto. Ya está empezando.
-¿Y la va cantar? Eso es lo que no cambia nunca.

Cántame mi nombre
de forma que nunca lo olvide.
De forma que cuando te mire
Recuerde quién soy.

Voy a entender el cáncer de tiempo
y a aceptar que somos todos propensos.
¡Voy a entender el cáncer de tiempo
y a aceptar que tú y yo somos propensos.

Esto no ha acabado.
Sólo te has ido desvaneciendo
Somos números creciendo.
Y no tienes un final.

-A mí me gusta, lo malo es que ya me la choteó.
-No pues a mí también pero si hasta el fucking cansa, esto te harta más rápido.
-Ya hasta ni me interesa saber de dónde vergas salió la mentada rolita. Nomás con que éste supere su duelo y vuelva a ser como antes.
-He llegado a pensar que la mandó hacer. ¿Y que tendría de increíble a estas alturas?

Voy a entender el cáncer de tiempo
Y a aceptar que somos todos propensos.
Voy a entender el cáncer de tiempo
Y a aceptar que tú y yo somos propensos.

-Te puedo hasta hacer ahorita una cuenta regresiva del momento justo en que se va acabar.
-Pues hasta yo puedo perfectamente.
Este fue otro encuentro romántico a la luz de una tarde color yema de huevo. El color enciende la piel de Marcos, con su eterna camisa blanca de lino y sus bermudas marrón.
-¡Ahora hasta narra lo que hacemos nosotros, y resulta que ya le hartó mi forma de vestir!
El color le enciende los vellos de sus piernas y sus pies en sandalias. Christopher contempla la danza del humo de su cigarro, sentado en el suelo junto a Marcos y al jardín.
-Ya reacciona, por favor. Si ella te viera te diría que fueras tan feliz como pudieras. Que volvieras a vivir.
Ellos son buenas gentes, mis mejores amigos y los amo, pero aún no entienden y nunca entenderán. A pesar de que Adriana misma les explicó lo que ya saben los niños de escuela: que la materia no se crea ni se destruye, sólo se transforma. A pesar de que en su nuevo estado de energía ella sigue explicándoles cómo funciona la vida: somos números, crecemos y cambiamos pero no tenemos final. Ah, si no fuera porque sé que te cansa que te toque tantas veces, volvería a ponerme los audífonos en este momento y te tendría en formal real de nuevo, y no con la imaginación. Quién no iba a querer tenerte la mayor parte del tiempo. Nadie nunca podría hartarse de ti.

La inquisición de los adúlteros

-¿Y tú qué haces en este agujero?
-Fui acusado sin razón, igual que tú, que todos.
-Oigan. Hay pasos sobre nuestras cabezas. Deben ser los celadores.
-Allá afuera no hay nadie. Los pasos están dentro de tu cabeza. En cambio cuando me arrastraban para acá yo escuché algo verdadero.
-¿Qué fue?
-¿Algo espantoso?
-No podía ser otra cosa en este lugar. Escuché ni más ni menos que las atronadoras voces de nuestros jueces, urdiendo una nueva pesadilla.
-¡No es posible!
-El averno debe ser más clemente.
-Eso no es todo. El nuevo castigo no está hecho para descargarse sobre nosotros sino sobre otros acusados, sentenciados por otras culpas. A nosotros se nos acusa de herejía, un pecado y un crimen mortales. Lo de estas personas es menor, pero amenazante, como los mismos jueces espetaron.
-Las ramificaciones del pecado son intrincadas.
-Acaso todos estamos malditos en distinto grado.
-Es lo mismo que dijeron ellos. Les escuche hablar acerca de... triángulos. Y de adúlteros.
-Eso ya suena mal.
-Sin duda se trata de torturarlos en máquinas o con objetos de formas triangulares.
-!Exacto! Pero tomen aliento y prepárense, porque cuando escuchen lo peor no podrán dormir. La tortura no será aplicada por humanos... sino por el propio demonio.
-¡¿El Demonio?!
-¿Vendrá a aliarse para hacer las torturas y lograr las confesiones?
-¡Es ridiculo! ¡Es demencial!
-Se supone que él es el enemigo que el mundo persigue...Aunque ya no sé si para matarlo o para adorarlo.
-Lo mismo pensé, pero les escuché decir que el diablo tiene tres artefactos de tortura para los adúlteros: los triángulos, tres tipos de éstos. Pero para que comprendan cómo funcionan sepan primero que los adúlteros son condenados por su relación con el Mal Supremo, el mismo que invita a pecar destruyendo las uniones hechas por medio del Sacramento. ¿Comprenden? Un adúltero representa un hereje en potencia, según las propias palabras de los jueces.
-¿Y si es algo menor que la herejía por qué es el diablo quien debe aplicar el castigo?
-Además,¿ cómo tienta el diablo a pecar, si nos hará doloroso el pecar?
-Primero, justamente por ser menor la falta es que se le relega a él la tortura, pues lo consideran un ser inferior por sus pecados. Y la forma cómo invita es, si no entendí mal, con un néctar de dulcisimo gusto, que en verdad es el veneno castigador.
-¿Y los triángulos?
-¿Cuál es el néctar?
-El amor. Y sus triángulos son el castigo. Los hay de tres tipos: El más terrible de todos es el equilátero, ya que cada esquina es una víctima; colocadas a la misma distancia entre sí, cada una tira de las otras dos y es tirada por las otras dos con la misma terrible fuerza , pues los tres desdichados guardan amor entre sí, a pesar del agravio. Dígase el caso de un hombre que ama a dos hermanas, mismas que desde luego están condenadas a quererse con la sangre, no obstante la cólera que la agita al convertirlas a la rivalidad, pues además cada una comprende por qué la otra ama a ese hombre. En el triángulo isósceles, una persona sufre la tortura de ser dividida por el pecho y tirada de ambas cámaras del corazón por dos fuerzas de idéntica intensidad; dígase una mujer que ama a dos hombres que nunca se habían visto, aunque comparten el don de torturar a la misma mujer, la esquina apartada que además deberá soportar la dolorosa tensión que le renuevan sus novios al querer matarse entre ellos. En el triángulo escaleno se coloca a los adúlteros en las esquinas más próximas entre ellos y la pareja abandonada queda lejos del rival a quien odia pero más lejos de su pareja a quien quiere y tira de ambos desde su punto, torturándolos al no permitirles unirse pesar de estar en estrecha unión.
-¿Por qué el diablo permite esas cosas?
-¿Y lo jueces lo saben y lo consienten?
-Lo utilizan. Invocan al demonio para maldecir a los adulteros. Así es como él les infringe peores tormentos ante los que están libres de pecado.
-La puerta se abre.
-Estos no son demonios, pero sin duda estamos en el infierno.