30 diciembre, 2017

Lionel Listone



Lionel Listone tenía los ojos café y la piel morena, un poco tostada por el sol. Él era un hombre delgado que gustaba de soñar sin la necesidad de dormir, casi todas las mañanas; soñaba con tener un buen desayuno o con desayunar. Una de sus fascinaciones era leer en el baño, podía pasar dos días haciéndolo en la tina del baño sin que el goteo incesante de la regadera le molestara; leía de todo, desde la teoría de la relatividad hasta los cuentos de Cortázar, sus preferidas eran las que hablaban de poesía y física. Despertaba siempre muy temprano para salir a caminar, hacía ejercicio y luego se iba a una cafetería a tomar agua fría y se adentraba en un libro. Tomaba el camino largo para ir a la cafetería, pasaba por una parada de autobús donde todos los miércoles podía encontrar a una señora de unos setenta años de edad, pintada como si fuera a una fiesta, su vestido era brillante, siempre el mismo, con lentejuelas verdes y un sombrero con perlas de fantasía, o por lo menos eso le parecía ver porque en realidad no prestaba atención a algo que no tuviera letras.

Lionel jugaba a caminar sin pisar las líneas de la calle pero al poco rato se aburría o se deba cuenta de que por ir jugando a eso se desviaba de su destino y lo dejaba para otro día. Cierta mañana se despertó todavía cuando la luna estaba presente en el cenit del cielo, se quedó viendo unos instantes por la ventana y comenzó a contar las estrellas, se separó de la ventana y buscó en el armario, tomó unos tenis verdes talla siete y medio, unos pantalones negros, ya un poco rotos de bastilla por el uso, el cinturón prefirió no usarlo, estaba algo inflamado, la lactosa lo hinchaba y él había cenado cereal, buscó una sudadera y se la puso sin playera de bajo, la sudadera era de gorro sin cierre y también de un color negro pero deslavada. Caminaría hasta que el sol saliera y así podría ir al café y pasar ahí su mañana. Pasaron cinco cuadras cuando comenzó a chispear, se detuvo un poco y miró al cielo, una gota le golpeó la cara, espero un poco más, su pelo se estaba mojando, iniciaba a escurrir de las puntas y a pegarse a su cabeza por el peso del agua, abrió la boca y gotas entraron en ella. El sol salía por el final de esa calle, no había edificio que lo tapara, se iluminaban los edificios con los rayos. Siguió su rumbo al café. El café estaba ya de frente y una enorme de taza lo anunciaba, le salía vapor, siempre quieto directo al techo. Entró y miró todo solo, se dirigió a una mesa junto a la ventana, la luz era buena. Antes de sacar el libro de su sudadera miró a su alrededor, había alguien atrás del mostrador limpiando la máquina del café y un mesero recargado en la barra, fuera de ellos todavía el lugar estaba desierto. Abrió el libro, pasaron un par de horas, la gente llegaba, bebían y se iban, en ocasiones Lionel las miraba y observaba lo que comían. En el fondo de la cafetería había un reloj colgado, su sonido era fuerte, y ya habían pasado un par de horas desde que él había entrado ese día. Puso el libro abierto en la mesa, estaba también compartiendo lugar con el libro un azucarero, lo tomó y dejó caer unos granos de azúcar sobre las páginas del libro, jugó con los granos, los aplastaba y luego recorría otras líneas de su lectura.

Soñó con estar en un capítulo donde dos niños se amaban y él era un charco que lo creían mar. Era señalado por los niños y sus pies con calzado lo pisaban a un costado, sentía los pasos en sus costillas. Dejó el libro a un lado y vio que estaba nuevamente solo en la cafetería. El mesero hablaba con la persona de la barra, tomaban agua y señalaban afuera, seguía la lluvia. Alguien entró y se puso junto a la barra, les habló con la cabeza baja a los empleados y de reojo vio a Lionel. Se escuchó que alguien lloraba, era desde la barra, los empleados tiraban lágrimas, el hombre que había entrado al café les pidió que cerraran el lugar y así lo hicieron. Pusieron llave a la puerta principal y regresaron a su lugar. Lionel se quedó perplejo pero no decía palabra alguna o se movía. El hombre sacó un arma, tomo un banco y la puso a su lado. Pidió un café, le sirvió crema y poca azúcar, lo revolvió y lo probó, agregó más azúcar y les dijo algo a los empleados. El mesero se sentó a su lado y la persona de la barra abrió la caja y le entregó dinero. El hombre tomó el arma con la mano derecha y con la izquierda el café. Golpeó en la cara suavemente al mesero y luego disparó al techo; nadie se movía. Lionel estaba tratando de leer sin prestar importancia a lo sucedido y el hombre del arma se sentó en su mesa. Les llevaron algo de comer, un pastel. Ambos tomaron un tenedor y comieron un poco, Lionel no miraba al hombre y este le dijo: No viste lo que pasó, no has visto ni verás –le dijo con un tono de voz baja y tranquila- ¿entiendes? –Sí entiendo, no veré ni vi algo- respondió cerrando el libro y dejándolo de lado-. El hombre se terminó el café y comió un poco más de pastel, pidió que le abrieran la puerta y le disparó al mesero en la pierna.

La policía llegó al café, la persona de la barra dio cuenta de los hechos y el mesero era atendido en una ambulancia. Un policía se le acercó a Lionel y le preguntó sobre lo que había visto y este respondió: Nada, no puedo ver. –¿Es usted ciego? -Le dijo el policía mirando el libro que ahí tenía a su lado Lionel -¿para qué trae un libro si no puede ver? –Lo tengo porque me gusta oler las hojas, imaginar lo que tienen escritas, el otro día olí con ser un charco que unos niños lo creían mar y me pisaban con sus zapatos. –¿Quiere que lo llevemos a casa? Han herido a una persona aquí y tenemos que cerrar el lugar- Mientras el policía decía eso le ponía la mano en el hombro a Lionel –No gracias, todavía quiero escuchar un poco más el reloj, siempre vengo a escucharlo a estas horas.

20 diciembre, 2017

Vieja Sonata



Ya no recuerdo cuándo fue la última vez que te había visto, fue hace mucho pero es que he estado tan ocupado. Sabes, pasé por ese cafecito donde nos quedábamos por horas en esos días de otoño. Podíamos pasar las horas viendo caer las hojas desde esa ventana en el segundo piso del café; era horrible ahora que lo pienso, estaba toda la madera apolillada y los cristales en ella sucios; siempre que llegábamos a ese lugar te sentabas junto a ella, la limpiabas un poco para ver afuera, limpiabas un poco la parte que me tocaba –en realidad nunca me gustó ver afuera, era mejor la vista que se tenía de ti, siempre ahí, delante de mí-. Hubo una vez, verdad, en la que me citaste en ese lugar y, llegaste luego de tres minutos, traías en las manos –me gustaban tanto tus manos, suaves, blancas, huesudas, con ese olor de perfume que no pude pronunciar bien nunca- a ese animalito, te dije que lo dejaras pero te negaste rotundamente, no querías que le pasara nada, dijiste que lo habías tomado del suelo en el parque que guiaba al café.

No tenías idea de lo que harías con ese animalito, pero no querías que muriera por falta de cobijo o de alimento, no tuve más remedio que apoyarte en ese tipo de cosas, si por ti hubiera sido cada semana habrías rescatado a cada animal indefenso que se cruzara por tu camino; eso me gustaba tanto de ti. El café no era tan bueno, el cual no tomaste porque no te gustaba esa bebida en general. Me gustaba tanto pasar las horas observando cómo veías por esa ventana sin decir nada, también cómo en esos días fríos que junto a ella -cargados de abrigos- pasábamos por la tensión que nuestro mal humor; tenías una facultad terrible de poner tenso el ambiente cuando te enojabas, me costaba tanto buscar una manera de hacerte sonreír, sin decir nada podías permanecer viendo por esa ventana.

Llegué a creer que lo que veías era el caer de las hojas o el pasar de la gente entre los árboles nudosos del parque; qué era lo que observabas en verdad. Lo recuerdo, ¿tú no?, ¿no te he dicho qué recordé verdad? Hubo una vez en la que paseábamos para llegar acá, íbamos por un puente alto, de los ayudan a no cruzar por el flujo de la calle, platicábamos sobre ningún tema en realidad, pero platicábamos sin dejar de hablar; cómo disfrutaba el que cambiaras de tema con una facilidad de un tema a otro y no terminaras nunca el tema. Nunca te dije algo, me enojaba tanto el no decirte cosas que sentía al momento. Había segundos en los que tenía unas ganas de abrazarte y esperar a que me correspondieras de la misma manera, otros en los que mi lengua rogaba por decir una simple oración como: te quiero, te extrañé, me enojas, me incomodas, tantas cosas que no pude decirte. La otra noche, hace como un mes, debo confesarte que me olvidé de ti; no tenía ganas de recordarte para nada y lo conseguí; me has dolido tanto, me hiciste tanto daño luego de que te fuiste; no dijiste nada, tuve que buscarte entre las hojas, en medio de las ventanas, pero no daba contigo; te esfumaste y no me llevaste. Me doliste tanto, me dueles tanto.

Hace poco supe dónde estabas y porqué te habías ido sin decir nada, pero eso no importa, no importa la razón que no se me hizo tan buena, por la que te fuiste; eso que te motivó a irte yo pude ayudarte a disminuirlo. Yo pude ayudarte, te lo prometo, no te dejaría por nada, no importa lo que pasara; ahí estaría. ¿Sabes lo que pasé para llegar aquí? ¿Sabes a toda la gente que he tenido que desenterrar para encontrarte? ¿Sabes lo que he tenido que esperar para llenarme de valor y buscarte? No, no lo sabes. Fue demasiado tiempo el que estuve esperando saber algo de ti, pero siempre nada. Ahora te veo ahí y no me dices nada, me he mantenido errante con el tiempo perdido y sigues sin decir nada. Antes el color blanco de tu piel te llenaba y ese color se te cambió por gris, te cubre y te extraño, te traga la tierra y no dices nada. Me acuerdo la primera vez que te hablé, fue luego de que te sentaras junto a mí; ese glorioso café de mal café, nos reunió y me dio el dolor más grande en la vida.

La última vez que compré flores fue porque alguna persona me lo pidió de favor, esta es la segunda vez que compro algunas; se verá raro que te traiga flores, pero qué más podría darte si no tienes ojos ya para leerme, ni boca para reclamarme. Es triste el verte plasmado ahí, y tú en realidad debajo de mis pies. Vine para una cosa en realidad. Debía de ver una cosa y veo que es cierto; a pesar de todo tienes más vida de la que jamás tendré o ha pasado por mí. Ya puedo descansar, me duelen los pies, no he parado de caminar desde hace tanto. ¿Te molesta si me acuesto un poco sobre ti?, se siente el frío, pero no te preocupes, nada más quiero dormir un poco, descansar eso que me hace falta. El cansancio ya no me deja seguir, déjame dormir, puede que mañana despierte. Tenías unas manos pequeñas, y esos animalitos que rescatabas, tu ventana. Dormiré…

31 octubre, 2017

otras voces



Porqué te pusiste tan triste si no me pasa nada en verdad no es nada que no se me quite como la gripe que no me dejaba salir a jugar con mis hermanos o como la otra vez que me raspé la rodilla y tenía ganas de llorar pero no lo hice para que veas lo fuerte que puedo ser me dolía mucho pero lo resistí para que no te enojaras y ya no pudiera salir con los otros hasta la tarde siguiente pero ahorita no es nada malo.

Dijeron los doctores que la enfermedad se puede curar con tratamiento y ese tipo cosas así que no quiero que estés triste ya viste que luego de la primera vez que me dieron esa medicina que tenía el derecho de tirar porque no sabe nada bien me la tragué sin reclamarte y sin decirle nada a nadie y ni hablemos de lo que pasó después de la medicina cuando me llevaron a ese cuarto con la maquina que luego de terminar me mareó y con ganas de vomitar pero ni aún así te dije nada para que me vieras fuerte como siempre dices “eres fuerte y tengo ganas de tener tu fuerza” por eso no lloré ni me quejé para nada para que sigas orgullosa de mí y debes de ver el lado bueno ya no me regañarás por no peinarme porque sabes que no me gusta para nada hacerlo y ya como tengo el pelo de corto no habrá problemas con ello.

Sigues triste y no entiendo la razón si te habías puesto tan alegre luego de que me veías jugar saliendo del hospital será que estás así de triste por lo que te dijo ese doctor que la verdad no me cae nada bien ya que cada vez que salimos de con él estás callada y como con ganas de llorar creo que es porque ha de cobrar demasiada cara la medicina que me da pero también puede que te hayas cansado de venir cada día se te ve en los ojos y en todas esas veces que le dices a los demás que ya me encuentro bien y nada me pasa en realidad y se irá todo eso como una mala tos que sale luego de los jarabes y té de limón aunque el doctor también te dice cosas que no le he entendido del todo como esa palabra que dijiste me explicarías después porque no era el momento correcto para ello.

Recordé la palabra que no es de lo más difícil de decir como otras que ya me sé porque es más complicado escribir isósceles o obstaculización que la aprendí de la televisión cuando veía las noticias no para nada es más complicada la palabra terminal como esas otras que me deja repetir la maestra puede ser que no la entienda del todo pero me suena a que mi enfermedad se acabará en poco tiempo como las vacaciones o como las caricaturas en la mañana eso ha de ser estás triste porque dejarás de ver a las enfermeras que nos tratan tan bien cuando vamos al hospital o será que extrañarás al doctor porque con él platicabas mucho y le llegabas a decir que no sabrías qué hacer sin su ayuda.

Deberías de decirle al doctor que me cambie de medicina porque la nueva hace sentirme mal luego de tragarla y me dan unas ganas horribles de vomitarla pero como ya sabes soy fuerte y no lloro y la vomito aunque sepa peor que el arroz cuando se te quema y no nos queda de otra más que comerlo porque ya no tenemos dinero para otra.

Me he sentido muy mal y me duele mucho mi panza y le echo la culpa a la medicina y al cuarto que me sienta de esa manera pero se terminará ya pronto porque el doctor te dijo que te debes de preparar para lo que viene que será complicado porque ya no tendré que ir al hospital a ese cuarto así que debemos de estar felices por lo que viene y te debes de preparar muy bien porque soy un terminal fuerte como me dijeron las enfermeras cuando me dieron esa pelota de colores que no he podido usar gracias a que el cansancio no me ha dejado levantarme de la cama por días.

El sueño es mucho y me entiendes y me dejas dormir mucho y no me despiertas ya ni para mi medicina parece que comprendiste al fin que no me gusta para nada el sabor pero me ha dado un dolor muy fuerte últimamente y no tengo pensado decírtelo hasta que ya me cure del todo para que no te sientas más triste y luego ya salgamos al parque con mis hermanos los cuales he visto también tristes por mucho tiempo y eso no me gusta y ya no quiero verlos así.

Me duele mucho y no dejo de llorar por eso estás más triste cada día y decidiste dejarme en el hospital para que me atiendan los doctores con esas agujas que me dan miedo pero son para que me sienta mejor.

No entiendo porqué duermo mucho y el cansancio se adueña de mí si me la paso todo el día en la cama y no me dejan ni moverme y hace rato me dijeron que me pondrían una inyección para que me dejara de doler tanto aunque no les creo ya porque siempre duele mucho esa inyección que me ponen pero dicen que me hará desaparecer todo mal y me hará dormir mucho más.

Mi mamá no ha dejado de llorar y yo de dormir no he parado. Tengo sueño y el dolor es aún peor y ya no puedo con el cansancio, siento que los ojos se me cierran solos.

13 octubre, 2017

Cobijas

-Creo que ya no sirve, deberíamos de tirarla a la basura; desde hace mucho tiempo que dejó de funcionar, está como rota; hace ruidos todo el tiempo y, aparte, despide un olor extraño; en definitiva, deberíamos de tirarla ya.

-¿Tirarla? No lo había pensado. La verdad sí me ayudó mucho tiempo. Ha estado ahí desde antes que yo naciera y se convirtió en parte de mi vida, pero las cosas cambian y todo debe de cambiar o desaparecer; sería buena idea el que cambiara; si hubiera alguna forma en que la mandáramos a reparar, pero creo que ya no tiene solución. En verdad, ya nadie la usa, estorba y muchas veces se llena de polvo; no tengo ya ganas de estarla limpiando, se ensucia demasiado rápido, ya no se ve bien; cada vez que viene una visita debo de ocultarla para que no me critiquen por tener algo tan viejo e inservible a la vista, pero creo que la echaré de menos, te digo, ha estado en mi vida durante mucho tiempo, tampoco digo que me dolería más de cuatro horas el sentimiento, sería como aquella vez en la que tiré ese cepillo de dientes, ese de color morado que me gustaba tanto, ¡ah! Ese cepillo, tan bueno que me salió, pero las cosas se terminan y ya es hora de que ésta se vaya.

-Ya ves, si te digo que es una cosa que no vale la pena el tenerla, y con ese lugar que dejará podemos poner, no sé, quizá una planta de esas de sombra que se ven tan elegantes o se puede poner el librero que tenemos arrumbado en la habitación de fondo esas cosas son las que deberían de estar ahí y no esa que sólo pone triste a todo el que se atreve a verla, por eso desde hace mucho tiempo hago de cuenta que no existe y paso junto a ella sin siquiera voltearla a ver, me trae recuerdos, lo bueno es que tengo fotos también de esos recuerdos.

-¿Cómo se supone que nos desharemos de ella? Igual y la dejamos en una de esas casas donde agarran las cosas viejas y las guardan hasta que la polilla se las traga por completo, pero se debe de pagar, bueno, eso me han dicho, puedo estar en un error, espero.

-Dejarla en uno de esos lugares jamás, hay que ser más prácticos, mira, se sube al carro, con cuidado, claro está, no sea de malas y se rompa en el camino y tendríamos que esperar para que medio la repare el experto y sería tirarla luego, ya en el carro pues nos vamos a un lugar lejano, donde nadie nos conozca, en uno de esos barrios pobres de la cuidad, de casas hechas de adobe que quedarían a la par, ya buscamos el lugar preciso para decirle adiós, puede que junto a un contenedor de basura para si llega el camión le hagan el favor de llevársela, o se puede dejar en una calle obscura sin farolas para que nadie vea que ahí se quedó.

-Me parece buena idea; me gustó la última, pero, podríamos dejarle algo encima, una cobija, para que la lluvia no le haga algo.

-Puede, pero sería desperdiciar una buena cobija, es como tirar a la basura el dinero que ahorita ya estamos perdiendo con tenerla aquí.

-Y las cosas que tenía, ¿dónde las dejaremos?

-Se las podemos dejar, ya tienen su olor y no creo que ni remojándolas durante días se les quite; a otras personas les pueden servir esas cosas, a un vagabundo, uno de esos que se encuentran pidiendo dinero en las avenidas.

-No me siento del todo bien para hacerlo; puede luego que la conciencia me gane y quiera ir a recuperarla.

-¡Ya! Déjate de esas cosa, si quieres puedo hacerlo yo, nada más ayúdame a subirla al carro y ahorita para que no cambies de opinión.

-Está bien, déjame ir por ella.

Abuela, ven, necesito que me acompañes a un lugar…

29 septiembre, 2017

tres

Estaba iniciando con la separación de la ropa, había demasiadas camisas blancas, algunas ya estaban percudidas por el sol, el uso y el tiempo, separó también los pantalones, vio cuáles podían ser usados nuevamente para no tener que lavar de más. Sonó el despertador, había puesto la alarma para antes de que fuera demasiado tarde, tenía una hora todavía, debía de ser rápido si quería estar libre antes de la noche. Tomó un cesto y puso toda la ropa dentro; el departamento se encontraba solo, el refrigerador dominaba la cocina con su ruido, clamaba por tener algo que enfriar aparte de una leche ya comenzada, una mostaza y algo que un día fue una manzana. Apagó la luz Ludwig de su cuarto luego de haber reunido todas las cosas para lavar. Buscó el jabón, un suavizante, las llaves, entró a la sala para ver debajo de los sillones que no quedara algún rezagado del cesto, debajo de la mesa se encontraba un calcetín, era el que faltaba. Había media hora para que no le ganaran la lavadora, siempre los sábados ella era puntual para usarla, siempre medida en tiempo, siempre la misma cantidad de ropa a remojar, siempre tan soberbia y déspota con la gente y era maldición al que usara la máquina luego de ella porque pasaban exactamente tres horas para que la dejara de usar, de las siete a las diez de la noche, se volvía una dictadora cuando se postraba frente a la máquina, siempre tres horas exactas porque acomodaba la ropa, la remojaba, le asignaba tiempo, calor al agua, nivel y cantidad de jabón, horas para llenarla al nivel ideal, todos sabían en el edificio que no se podía usar la lavadora de las siete de la tarde a las diez de la noche y a las diez era el momento de cerrar la lavandería por el ruido del viejo aparato, Ludwig sólo tenía los sábados, al igual que ella, libres para lavar la ropa y debía de ser rápido para llegar minutos antes para ganarla y usarla por lo menos una media hora que es lo que le tomaba dejar limpias a sus vestimentas. Todo listo, su mente rezaba, era una hora ideal para no toparse con ella, para ganarle sus horas que se autoimpuso y le impuso a todos en el edificio. Apago luces, saco el cesto a las afueras de su departamento, miró por última vez lo que ahí tenía y supo que todo estaba bien. Cerró la puerta y bajó rápidamente las escaleras, chocó contra una señora del piso de arriba, no pidió disculpas, luego lo haría, faltaba poco tiempo para que la “dueña” de la lavadora hiciera acto de aparición, dos pisos restaban para llegar a la máquina de limpieza. Lo detuvo una niña pidiéndole ayuda para abrir la puerta de su casa, dudó un momento en hacerlo pero le ayudó, corrió por los escalones y resbaló, el jabón por suerte estaba cerrado y no se tiró algo de él pero la ropa se esparció por todos lados, su trabajo para separarla fue en vano, no importa, todavía tiene tiempo para llegar a la lavadora y usarla por media hora. Ya veía la puerta que mantenía aprisionada al aparato codiciado, la abrió, lo había logrado, era su santogrial. Deposito el suavizante en el recipiente para el mismo, puso el jabón en su lugar preciso, echó la ropa, insertó una moneda e iba a apretar el botón de inicio cuando ella, la mujer de las tres horas apareció y le dijo: Lo siento, la lavadora está muerta, la reparan hasta el lunes.

16 agosto, 2017

Si yo estuviera ahí todo sería muy diferente de lo que está pasando ya que me levantaría ante el enemigo y los haría perder mientras toda la gente sin importar dónde se encontraran me apoyaría y ni las bombas que están cayendo en todo el campo me pararían. Van todos corriendo y no quieren soltarla los enemigos aunque ya llevan cuatro quieren más y están haciendo sufrir a los nuestros pero si yo estuviera ahí mis pies no tocarían el suelo y esos de azul no podrían con nosotros y no estaríamos sin ninguno y ellos serían los que tuvieran ninguno y todos serían nuestros. No puede ser que perdamos. Ha comenzado a llover y se forman charcos en todas partes también se puede oler desde aquí lo que ellos huelen como el pasto que sale volando cuando dos se encuentran y pelean por ella y me gusta cómo pelean por ella ya que se ve que los nuestros no quieren perder y la lluvia está más fuerte a cada momento porque ya no son charcos sino mares los que deben de cruzar y si alguien cae a uno de esos mares es seguro que se pierda para siempre porque se ve que no sabe nadar ninguno de ellos aunque si eso pasa y sólo son los nuestros los que caen en el mar y se ahogan puede llegar el momento en que no quede ninguno allá y me tengan que llamar a mí para que vaya a su rescate aunque así les podré enseñar que sé nadar y no me ahogaría mientras toda la gente que está allá también me apoyaría y se escucharía en todas partes mi nombre en medio de la lluvia cayendo hasta mis pies para que no me pare ni un momento y nos haga ganar. Pero qué es eso si otra vez los enemigos consiguieron otro y los nuestros se les quedaron viendo y ya hasta parecen gatos mojados que no se quieren mover porque piensan que se van a mojar más y los otros siguen ganando siguen lanzando sus tropas en nuestra contra y los de nosotros únicamente se les quedan viendo. Me da tanto coraje que esto esté pasando ya que los puedo salvar. Me metería entre ellos y correría hasta llegar a la parte enemiga y anotaría diez o quince de un solo golpe. Mi patada rompería sus paredes y toda su gente que sigue aplaudiendo a los suyos ahora gemiría del odio ante mí el gran héroe de todos los tiempos. Mi papá se ha levantado y me está diciendo que ya no tiene sentido el ver esto y que se encuentra cansado. Me dice que si ya nos vamos aparte de que ya se encuentra todo mojado y ni garganta la está doliendo pero sé que ellos todavía pueden ganar. Gol. Por fin metieron un gol y la gente se levanta. No me dejan ver. Trato de empujar a los que están enfrente pero son más pesados y terminan aplastando mis manos entre ellos aunque puedo saber cómo es que fue ése gol. El pasto salía golpeando las gotas de lluvia que caían sobre la cancha y su respiración se hacía más y más fuerte. Me pasó el balón. Galopaba sobre mares. El balón no se apartaba de mis pies. Venían ocho en mi contra. De sus ojos brotaban demonios que me perseguían. La gente de nosotros desde sus lugares y mi papá también me apoyaban en la carrera. Todos pedían que no perdiera el balón. Uno se me lanza por la izquierda y brinco con el balón entre las piernas para que no lo toque. El segundo y el tercero me llegaron por ambos lados. Me detuve tres segundos para que pasaran de largo y así girar por su lado débil y dejarlos atrás. Del Cuarto al sexto se me paran como estatuas para intentar intimidarme. Tengo que lanzarme en contra del que está en medio y lo tumbo. Los que quedaban no podían creer lo que estaba pasando. Sólo me veían pasar. Ahí estaba cuidando su base. Pateo el balón y con la fuerza se seca toda la cancha pero sigue lloviendo. Nada más puedo ver que el portero llora. Mi papá se siente satisfecho y nos vamos. Me dice: No volveremos a venir a ningún juego.

07 agosto, 2017

desayunos



Trece de febrero. Café, sándwich sin mayonesa, mucha mostaza, sin jamón, con cebolla, jitomate, aguacate, queso, blanco y amarillo, ambos bien fundidos. El café no está bueno, demasiada azúcar y sin crema, aparte ya se me ha enfriado. El desayuno no está mal, aunque algún día trataré de probar algo diferente, los desayunos no son caros, un café, un sándwich y listo, con eso tengo para pasar la mañana sin hambre. Ahí está, tan extraño, con su suéter negro de cuello de tortuga; me alegra que haga frío, se ve tan bien vestido así. Si tuviera un hijo sería como él, qué digo un hijo, sería mejor tener un novio así; sus manos recorriendo mi espalda, las dejaría puestas sobre mí por horas, luego le mordería los labios, jugaría con su nariz, le soplaría al oído. Maldito café, ahora sí te dejaré. Anda ven para acá, pregúntame mi nombre, te invito el desayuno y, mi casa no queda lejos. Las sábanas son verdes y hacen juego con la colcha, duermo con varias almohadas y tú podrías dormir usándome.

Veintiuno de febrero. Regresaré a los sándwiches, me indigestan menos y no me salen con sorpresas de estar mal cocinados por adentro como los hot-cakes, aparte de que nunca tienen mermelada que no esté llena de migas, es detestable. Pasa, anda, aquí tengo una silla extra, no me importa si dejaste tus lentes hoy y no me puedes ver bien, yo te indico cómo soy. Si supieras que ya tengo listo el armario para que metas toda tu ropa, está abierto para ti, se encuentra tan solo, una chamarra podrías meterle, los ganchos son de madera y no arrugan las camisas; tienes un traje negro que te sienta muy bien, podrías usarlo todos los martes sólo para que te vea con él, y no tendríamos que seguir viniendo aquí por estos desayunos. Aunque no lo creas cocino muy bien.

Doce de marzo. Llueve, es raro que llueva pero más raro me sabe esto, algo extraño tiene el queso, no está tan amarillo como debiera, puede ser que el clima lo ponga así, y a ti ¿cómo te pone la lluvia? veo que no pediste hoy jugo, yo tampoco tomo café, ya lo dejé y me acompaña una malteada de fresa, entre nos te diré que no me sabe rico, extraño el café. Porqué simplemente no vienes y me hablas, así dejaría de hablar yo todo el tiempo sin verte a la cara, es más, así yo podría de preguntarme cuál es tu color favorito y me podría enterar de cuándo perdiste tu primer diente, yo no recuerdo, tú recuerdas el primer día de clases o si alguna vez te perdiste en el centro comercial, anda, ven y cuéntame esas cosas, aparte estás mojado, deja aquí tu saco, amo ese traje, te sienta muy bien.

Diecinueve de marzo. Hoy te hablaré, esperaré a que entres y te sientes en la barra, pidas el desayuno y yo me acercaré y pediré el mío ahí mismo, tomaré dos asientos luego del tuyo, cuando me lo sirvan te pediré la sal y tú me pedirás las servilletas, tendrás una o dos mordidas para decirme que quieres ir a mi casa, yo te diré que antes tendremos que pasar a la tienda por leche para la cena, te haré un pastel, creo que te gusta el chocolate, el otro día compraste una rebanada de pastel de chocolate y sí la terminaste no como cuando comiste pay, luego de cenar el pastel te diría que si vemos una película, alguna francesa, me quedaría dormida a mitad de ella para que me cobijaras. A la mañana siguiente saldrías sin decirme nada, quizá yo debería de pensar que huiste, eso me pondrá triste pero al poco rato de que me secara las lágrimas tú regresarías con el desayuno, un sándwich, una malteada para mí, lo habitual para ti y también traerías tu traje, buscarías en el armario alguno de los ganchos que te compré.

Veinte de marzo. Me pasas la sal, y tú dijiste: "claro, toma" ya con ella en la mano me levanté y me fui al baño, me vi al espejo y ahora estoy aquí nuevamente, hola, eso debí de haber dicho, decirte mi nombre y tú debiste de hacer lo que yo había pensado pero no, sólo tomé la sal y me fui. ¿Qué pediste hoy? esos parecen huevos con algún tipo de salsa, obvio aquello es pan tostado y un jugo de naranja, mañana es sábado y almorzaré en mi casa, podrías estar ahí, algo de pan con mermelada, o puede ser fruta y yogurt, la sal podría ser el tema de conversación, alguno de los dos mencionaría que es mala para la salud en exceso por lo del sodio. No puede ser, terminaste de comer antes que yo, luego nos vemos.

Veintiuno de abril. Saliste de vacaciones o dónde estabas, porque tenía mucho tiempo sin verte, fuiste a la playa, sabes nadar entonces, sí, aparentas que sabes nadar, yo no lo sé hacer, en realidad no tengo un gran gusto por el agua, la tomo y me baño con ella pero fuera de eso los días donde abunda no son de mis preferidos, me pone triste un día lluvioso, lo único bueno que tiene es que puedes dibujar sobre las ventanas, luego de eso no se puede hacer nada. Quisiera ir a la playa, sí, ya dije que no me gusta mucho el agua pero por favor, es la playa, el mar, es irse por un tiempo a escuchar gritar a las olas, aunque te veo muy pálido, quizá no fuiste a la playa sino que estuviste enfermo todo este tiempo, porqué no me dices que estás enfermo, te llevaría el medicamento hasta la cama y te leería algo. Yo he estado bien, todo es igual por aquí, espera, creo que dijiste algo, te me estás acercando.

Tres de mayo. "no me gusta este lugar, aparte la comida es mala y se tardan años en atenderte" me dijiste cuando te habías acercado por fin a mí "pero es barata, es lo único bueno que hay y, me queda cerca del trabajo", remataste con eso, luego me preguntaste mi nombre y me dijiste el tuyo. Fuimos a tu casa y me dijiste en lo que trabajabas, platicamos por horas y luego de eso salimos a caminar un poco, llegamos hasta mi casa, me tomaste por la espalda y me besaste, dormimos juntos, ya era de mañana y no estabas, me fui a la sala y me pensé abandonada, de una sola noche, alguien tocó a mi puerta -Lo sentimos, lo han atropellado y el responsable se fue, lo sentimos mucho, traía esto- Era el desayuno, pero no traías ningún traje, ya habría tiempo para que lo trajeras luego -No sufrió mucho-. Sigo tomando el desayuno en el mismo lugar aunque ahora son huevos con jugo.