20 diciembre, 2017

Vieja Sonata



Ya no recuerdo cuándo fue la última vez que te había visto, fue hace mucho pero es que he estado tan ocupado. Sabes, pasé por ese cafecito donde nos quedábamos por horas en esos días de otoño. Podíamos pasar las horas viendo caer las hojas desde esa ventana en el segundo piso del café; era horrible ahora que lo pienso, estaba toda la madera apolillada y los cristales en ella sucios; siempre que llegábamos a ese lugar te sentabas junto a ella, la limpiabas un poco para ver afuera, limpiabas un poco la parte que me tocaba –en realidad nunca me gustó ver afuera, era mejor la vista que se tenía de ti, siempre ahí, delante de mí-. Hubo una vez, verdad, en la que me citaste en ese lugar y, llegaste luego de tres minutos, traías en las manos –me gustaban tanto tus manos, suaves, blancas, huesudas, con ese olor de perfume que no pude pronunciar bien nunca- a ese animalito, te dije que lo dejaras pero te negaste rotundamente, no querías que le pasara nada, dijiste que lo habías tomado del suelo en el parque que guiaba al café.

No tenías idea de lo que harías con ese animalito, pero no querías que muriera por falta de cobijo o de alimento, no tuve más remedio que apoyarte en ese tipo de cosas, si por ti hubiera sido cada semana habrías rescatado a cada animal indefenso que se cruzara por tu camino; eso me gustaba tanto de ti. El café no era tan bueno, el cual no tomaste porque no te gustaba esa bebida en general. Me gustaba tanto pasar las horas observando cómo veías por esa ventana sin decir nada, también cómo en esos días fríos que junto a ella -cargados de abrigos- pasábamos por la tensión que nuestro mal humor; tenías una facultad terrible de poner tenso el ambiente cuando te enojabas, me costaba tanto buscar una manera de hacerte sonreír, sin decir nada podías permanecer viendo por esa ventana.

Llegué a creer que lo que veías era el caer de las hojas o el pasar de la gente entre los árboles nudosos del parque; qué era lo que observabas en verdad. Lo recuerdo, ¿tú no?, ¿no te he dicho qué recordé verdad? Hubo una vez en la que paseábamos para llegar acá, íbamos por un puente alto, de los ayudan a no cruzar por el flujo de la calle, platicábamos sobre ningún tema en realidad, pero platicábamos sin dejar de hablar; cómo disfrutaba el que cambiaras de tema con una facilidad de un tema a otro y no terminaras nunca el tema. Nunca te dije algo, me enojaba tanto el no decirte cosas que sentía al momento. Había segundos en los que tenía unas ganas de abrazarte y esperar a que me correspondieras de la misma manera, otros en los que mi lengua rogaba por decir una simple oración como: te quiero, te extrañé, me enojas, me incomodas, tantas cosas que no pude decirte. La otra noche, hace como un mes, debo confesarte que me olvidé de ti; no tenía ganas de recordarte para nada y lo conseguí; me has dolido tanto, me hiciste tanto daño luego de que te fuiste; no dijiste nada, tuve que buscarte entre las hojas, en medio de las ventanas, pero no daba contigo; te esfumaste y no me llevaste. Me doliste tanto, me dueles tanto.

Hace poco supe dónde estabas y porqué te habías ido sin decir nada, pero eso no importa, no importa la razón que no se me hizo tan buena, por la que te fuiste; eso que te motivó a irte yo pude ayudarte a disminuirlo. Yo pude ayudarte, te lo prometo, no te dejaría por nada, no importa lo que pasara; ahí estaría. ¿Sabes lo que pasé para llegar aquí? ¿Sabes a toda la gente que he tenido que desenterrar para encontrarte? ¿Sabes lo que he tenido que esperar para llenarme de valor y buscarte? No, no lo sabes. Fue demasiado tiempo el que estuve esperando saber algo de ti, pero siempre nada. Ahora te veo ahí y no me dices nada, me he mantenido errante con el tiempo perdido y sigues sin decir nada. Antes el color blanco de tu piel te llenaba y ese color se te cambió por gris, te cubre y te extraño, te traga la tierra y no dices nada. Me acuerdo la primera vez que te hablé, fue luego de que te sentaras junto a mí; ese glorioso café de mal café, nos reunió y me dio el dolor más grande en la vida.

La última vez que compré flores fue porque alguna persona me lo pidió de favor, esta es la segunda vez que compro algunas; se verá raro que te traiga flores, pero qué más podría darte si no tienes ojos ya para leerme, ni boca para reclamarme. Es triste el verte plasmado ahí, y tú en realidad debajo de mis pies. Vine para una cosa en realidad. Debía de ver una cosa y veo que es cierto; a pesar de todo tienes más vida de la que jamás tendré o ha pasado por mí. Ya puedo descansar, me duelen los pies, no he parado de caminar desde hace tanto. ¿Te molesta si me acuesto un poco sobre ti?, se siente el frío, pero no te preocupes, nada más quiero dormir un poco, descansar eso que me hace falta. El cansancio ya no me deja seguir, déjame dormir, puede que mañana despierte. Tenías unas manos pequeñas, y esos animalitos que rescatabas, tu ventana. Dormiré…