13 agosto, 2010

El viaje

Nadie hubiera adivinado que se iba a Uruguay, así que Luisa podría llegar sin miedo de encontrarse a su esposo en el aeropuerto. Cuando mi vuelo aterrice seguramente él ya se habrá resignado, pensó. Mirar las nubes siempre le había otorgado una paz que no supo definir con otra palabra más que espiritual y, ahora que las miraba desde arriba, sintió que hizo bien en irse, que no había tomado una mejor decisión en su vida. Pero no pudo evitar imaginarse ante un juez preguntándole sus razones, y luego siendo llevada a prisión por quedarse callada. Hasta entonces se dio cuenta que si no le había dejado alguna nota o un recado en la contestadora donde explicara los motivos de su viaje, era porque ella también los desconocía.