Crezcan el circo
que los elefantes ya no caben
y al trapecista se le enreda la cuerda
el hombre bala comparte
por falta de espacio
el cañón con la contorsionista
que por aburrimiento copulan en medio del acto
del domador de leones
y matar el tiempo
para luego salir expulsados
en la carpa
soltándose la contorsionista
a la mitad del vuelo
despidiéndose
con un beso al aire del hombre bala
que cruza al otro extremo
con los brazos abiertos
con los brazos abiertos
entre aplausos
y sin red de seguridad
-de noche, lejos de los payasos, se reencuentran y se aman
recordando los aplausos del día-