Nunca imaginó que sería tan difícil encontrar empleo, pero desde que el último huracán azotó la aldea hubo muchos que afirmaron haber escuchado voces que venían del cielo, por lo que interpretaron su desgracia como castigo divino. Y ahora que los ateos se habían bautizado después del vendaval, Judas no tenía a quién pedirle ayuda.