15 julio, 2010

Solamente he venido a matarte.


Prometí que ya no pasaría por aquí, te lo prometí el día en que me saliste de mi vida pero este es el camino de una rutina para mía, sin pensarlo llegué aquí y cuando toqué la puerta no sabía bien lo que hacía, no he venido como en las visitas anteriores, en las cuales nos sentábamos a tomar el té y café, tampoco paseáremos por el lago ni posaré para tus pinturas de arte extremista. Hoy solamente pasé por aquí porque se me antojó matarte.

He decidido que tu vida debe tener fin, te voy a explicar porqué: Últimamente he estado pensando en los sueños que no tienen fin, son como la vida, un eterno sufrir. Bien, eso creí hasta ”que… te ví” ¿te suena cursi? Así me enseñaste a ser y cada vez que lo reconozco me da asco y siento más rencor por ti. Pues por algún tiempo tus besos, aquellos con los que soñaba me hicieron sentir feliz, feliz cómo lo es un perro callejero alimentado por un extraño, feliz como el niño que come un dulce después de una vacuna, feliz como las putas cuando les haz pagado, feliz como el difunto anciano que momentos antes sufría de enfermedades en fase terminal. En fin… Feliz.

Hoy, no me haces feliz. No me haces sonreír. Por ello he decidido matarte, otro día vendré a enterrarte y si tienes suerte te resucitaré.